Varias cartas asomaban por el
bajo de la puerta. El buzón continuaba roto ante la pasividad de la comunidad
de reponerlo, por lo que el cartero tenía la amabilidad de dejarle la
correspondencia en su piso para evitar su extravío. Entre facturas y folletos
publicitarios destacaba un sombre blanco, de tamaño considerablemente más
pequeño y sellado con lacre rojo. En su frente, su nombre escrito con lo que
parecía ser pluma y en fina caligrafía; el dorso sin remitente. En el interior,
un posh it amarillo dónde sólo constaban una fecha, una hora y un
lugar.
Pasaban ya varios minutos de la
hora acordada y el té que había pedido al camarero al llegar ya se había
enfriado cuando un hombre se acercó a su mesa con un ramo. Sonrió y fue a
levantarse, pero sus palabras la detuvieron:
-Un hombre me ha indicado que la
entregase esto -dijo, y en su tono se apreciaba un atisbo lastimero.
Un pequeño paquete envuelto en
papel de seda blanco y adornado con un lazo rojo; y, entre las rosas carmesí
del ramo una tarjeta.
Nuevamente, la firma inexistente
de un desconocido.
Catorce de Febrero, San Valentín. Una celebración discutida por su carácter comercial, temida no sólo por algunos singles (En USA hay quién se manda rosas a sí mismo) sino también por los hombres emparejados, que temen que el móvil no les alerte de su inminente llegada sin un detalle para su compañera. Soy de las que sigue el tópico de que San Valentín no es un día al año, sino que cada día debería ser San Valentín. No por el regalo en sí, sino por ese aura que se crea: los detalles, una cena especial, un te quiero expontáneo. Pero no seré hipócrita: ¿A quién no le gusta un ramo de flores o un regalo, aunque sea pequeño?
Y para aquellas de vosotras que sí os gusta celebrarlo, un post inspiración para esa cena romántica. Lo usual este día es optar por un LBD, un vestido rojo... me he saltado las reglas y he optado por el color denominado por Pantone como marsala, un vestido de aire romántico en degradée con un plisado que me recuerda al Delphos de Fortuni que rescató María Dueñas en su novela El tiempo entre costuras. Siguiendo los tonos del vestido me decanté por unos zapatos en tono nude y abrigo blanco (os prometo foto con el look completo, imposible por el frío).
Para el maquillaje un smokey en tonos cobre y marrón con subtono berenjena y labios rojos.
Las historias que publico con
cada post suelen tener un nexo de unión, real o ficticio, con una prenda o el
conjunto completo que os muestro. Y como una vez me explicó alguien, a pesar de
ser un blog de moda, la selección de fotografías cuentan una historia, así que
esta vez me propuse llevarlo a la estricta práctica y que la sucesión de
instantáneas, aunque separadas del relato, pudiesen por ellas mismas narrar.
Total look: Zara
Anillo / Ring: Bimba
& lola.
Gracias a Cookies & Cía
(Concepción Arenal nº 106, Moaña) por permitirnos realizar la sesión en su
establecimiento.
Estoy totalmente de acuerdo, el mejor San Valentín es el que se siente todos los días, sin una fecha marcada.....
ResponderEliminarY tu look ideal, estas guapiiisima.
LUNVA❤
http://anasandoval.tictail.com
Que bonitas fotos y que guapa que estas!
ResponderEliminarBss guapa
http://unvestidorconideas.blogspot.com.es/
Un look perfecto, PATRICIA!!!! El vestido es absolutamente divino....
ResponderEliminarPerdona mis pérdidas de memoria...
Un besazo
http://cocoolook.blogspot.com.es/