Ailes noires.

Llegar a casa del trabajo, tras una larga jornada, por un sueldo ínfimo que apenas da para la cobertura de necesidades básicas. Las bolsas de la compra en mano, quemando la piel, enrojeciendo unas y palideciendo otras zonas por la suspensión de aquel peso en el transcurso de cuatro pisos de escalones.

Ya en el hogar, ver un cuerpo inerte sobre el sofá, rodeado de bolsas de patatillas desperdigadas por el suelo. El resto de la casa en desorden, sucio, como si la noche anterior no hubiese perdido el tiempo en adecentarlo.

Un grito, miles de reproches que entran por un oído y salen por el otro a continuación; sin dejar ningún tipo de huella.

Él se alza con una altura que supera la de su progenitora, amenazante, altivo, como un pavo que muestra su plumaje. Palabras hirientes seguidas por el ademán de levantarle la mano; mano que se detiene, casi de inmediato. Ante el gesto, se marcha, asustado y rabioso y se refugia en su habitación de adolescente.

Ella, aún con los ojos cerrados, esperando el contacto de la mano, se inunda de recuerdos, de golpes e insultos, de ninguneos. Y al abrir los ojos reza ante el miedo de que el niño que aún es reproduzca las acciones de su padre. Finalmente, agacha la cabeza, reprochándose sus propias omisiones; un simple NO a tiempo.

Cría cuervos, y te quitarán los ojos.

Plumas, que inspiran festividad por la influencia del cabaret. Esas boas de colores, trajes de bailarina. La elegancia incontestable del color negro, vestirse con el manto de la noche. Un conjunto que recuerda a Odile, en el Lago de los cisnes, cautivadora a la vez que letal.

A pesar de lo sobrio y seguro del color (elegir un LBD para estas festividades es una apuesta segura y ganadora) buscaba un resultado distinto, original y provocativo. Este vestido lleva en mi armario casi un año y tras tanta espera, se merecía un estreno a lo grande. La combinación de plumas sobre plumas me pareció una idea interesante, sólo quebrada por la luminosidad del clutch en verde.

En el plumaje de un cuervo, negro azabache, salpicado por la luz de la luna llena como la que brillaba la noche en que realizamos las fotos, no sólo se ve este tono, sino que se pueden apreciar en su profundidad otras tonalidades. Por ello, complementé el outfit con joyas en dinstintos verdes y en mis manos, un tono entre verde oliva y dorado que recuerda al Peridot de Chanel.

Siguiendo la inspiración de las aves, peiné mi media melena en un recogido que se asemeja al nido de un pájaro, idea que tomé de un desfile de Vera Wang.

Finalmente, invadida por el espíritu burlesque creé un maquillaje dramático en tonos verdes, negros y verdes-azulados cuyo protagonismo es, sin duda alguna, para las pestañas postizas de fantasía y los labios en negro.