Masculine singulier.

Abrió los ojos. A su lado, dándole la espalda, el cuerpo de un hombre dormido; la respiración lenta y acompasada, relajada tras el esfuerzo de una noche de pasión. Cogió la camisa masculina abandonada en el suelo, a los pies de la cama y cubrió su desnudez. La ventana del salón estaba descubierta por lo que la luz del amanecer entraba en la estancia y dibujaba el camino a seguir. Tras lavarse la cara en el baño bebió el resto de una solitaria copa de vino.

Las palabras de sus amigas resonaban en su mente, aún aletargada por las experiencias vividas.

Lo que necesitas es una noche loca.

Recogió su ropa. Se puso los pantalones de cuero negro, a oscuras, agazapada en la oscuridad de la habitación, con los leves ronquidos del hombre como música de fondo. Procedió a quitarse la camisa y dejarla sobre el lado de la cama que había ocupado aquellas pocas horas para recobrar la energía. Se interrumpió. Guardó su top de pedrería en su bolso y abrochó la camisa masculina a su cuerpo.

En el taxi, de camino a casa, sonrió mientras se preguntaba qué echaría más de menos él: si a ella o a su camisa.

Las mujeres somos las que llevamos ahora los pantalones.

Estamos a las puertas de Diciembre y ya se respira la navidad en casi todos los establecimientos. Y con ello, un sinfín de quebraderos de cabeza sobre looks de fiesta para cenas de empresa y reuniones familiares.

El outfit que os muestro esta semana fue mi elección para la Nochevieja pasada. Quería romper un poco las normas -siempre he llevado vestido- y por circunstancias personales, me negaba a gastarme un dinero en un vestido que, en el último instante quedaría colgado en su percha por la imposibilidad de salir.

Para la recreación decidí dar un toque masculino engominándome el pelo y peinándolo con raya de lado.

Me dejé influir por el influjo de YSL y me dicidí por un tuxedo creado por piezas que ya existían en mi armario: pantalones de pinzas, stilletos negros que imitan a la piel de cocodrilo (ya los habéis visto aquí), camisa de lazada (también la habéis visto en otro post) y una blazer con cuello de raso tipo smoking a la cual cambié los sosos y típicos botones negros por unos dorados.

El toque de color lo ponen los complementos: pendientes de jade verde que contrastan con los labios rojos y la cartera de mano en el mismo tono.

Encima, para hacer frente al frío, un abrigo de cuello cosaco.

Esta vez, quise jugar con las transparencias, por lo que me puse un sujetador negro.

Para el maquillaje un smokey en tonos negros y plata, labios rojos e iluminador dorado. Y cejas espesas, pintadas con una sombra semejante a su color natural.

Me siento como Marlene Dietrich.